jueves, 24 de noviembre de 2011

el poema que no

Noches y noches
veinticuatriplicadas
demoradas
en sueños alborotados
sin promesas
de redenciones

(allá en lo bajo
el barro estupefacto

bracea 

sobre los mortales
inflados de ego lisérgico)

pero en la negrura
la oclusión
del Poema
entre la luna y el sol
de mi laringe
atormenta al poeta

la pata de un murciélago
puja con su uñita filosa
el Poema arremete el lomo
la uñita le hiere la dermis
el animal tiene con qué
el Poema no
el Poema lucha
no lleva razón ni bandera
no se deja sobornar

el Poema está jodido
bien jodido
tiene en su alma
toda la libertad
de las estrellas
y en la luz del día
(la que le niegan)
hay una alfombra
de amapolas
para los pies 
del poeta desvelado.




miércoles, 16 de noviembre de 2011

memoria emotiva







¿Cuándo había empezado a llorar por su padre? ¿cuándo sus quejidos habían comenzado a ser parte de ese monstruo maldito que desde las tinieblas amenazaba con tragarse entero su cuerpo?. Llevaba sesiones y sesiones nombrando a su padre. Anoche volvió a sufrir por él cuando se rebanó casi entera la uña pelando una papa. Con la papa, con la papa, se oía, cuando de su boca salía Papá Papá. Lloró. Lloró como llora una niña. Con el mismo terror de una niña que no sabe de dolores más grandes. Lloró con un dolor que brotó y le creció desde el fondo de sus pies hasta convertirla en palmera. P trataba de consolarla. No podía ver cual era la profundidad de la herida. No había sangre a la vista. Pero ella agonizaba muerta de terror alejando su mano de la suya y de cualquier otra que en aquel momento se hubiese atrevido a tocarla. Lloró. Llora ahora mientras lo escribe, despacito sin que nadie la vea, con lágrimas finitas e indelebles. Pero anoche no. Anoche lloró con lágrimas pesadas como cuajos que venían de muy lejos arrastrando ramas, calores húmedos de cuarenta grados, pastos verdísimos, esqueletos de pescados. Lágrimas que venían del Río Paraná. Lloró con el mismo dolor de aquel sábado en que su padre se rebanó la uña al borde de esas aguas y ella se desmayó. La sangre le impresionaba. Y el dolor de su padre le hacía sentir a la muerte cerquita murmurándome cosas al oído. Clarita la imágen. Su padre tratando de calmar el dolor de sus pies de porcelana y ella yéndose a otro lado para no ver las gotas redondas de sangre manchando la arena. La uña, enterita, pereciendo. Hoy se le dió a  su madre por enviarle uno de esos mails donde aparecen frases fáciles con imágenes cursis que la mayoría de las veces terminan en la bandeja de correo no deseado. Lo abrió. Hablaba de todo lo que dicen las manos y no miramos. En la primera imágen ella vió las manos de su padre. Manos fuertes de follaje generoso. Manos todopoderosas de nudillos anchos y deformes. Manos que extrajeron espinas de sus piecitos niños. Manos que lijaron sillas de maderas nobles con cuatro patas donde sentar las horas. Manos que masajearon huesos quejosos de cerebros cansados de pensar. Manos que dibujaron nombres con letras maravillosas en las primeras hojas de los cuadernos. Manos en donde ella se sintió pelotita de goma, muñeca de lana, princesa de cuentos. Manos que construyeron futuro para sus mujeres. Musas inspiradoras. Manos que a veces duelen de abrazar la vida. Manos que se entrecruzan hace treinta y un años a la hora del almuerzo, para conversar con los dedos. Manos que se envuelven como tejidos en busca del abrigo merecido.

sábado, 12 de noviembre de 2011

sin el privilegio



Harta
marginada
excluida
del sistemita

con las miguitas apretándole los dientes


negrita de mierda
camuflada de tules
eso sí
educada muy educada
en el arte de la socialización
y las comunicaciones

desheredada
al borde

estúpida
cree y cree
y se inventa una risa
entre tanto se sacude
el polvo de los hombros

el derrumbre la dejó
desamparadita entre el gentío
y sin su estampa


así reacciona
adentro
de un siete coma tres por ciento
secándose
las lágrimas y el sudor
que le brotan desde la cabeza
y la deja a centímetros del chiquero

ahí protesta
abajo
donde la colocó
la pirámide


con las ideas cada vez
más ciertas
por cierto


(el poema)

acá
ellos
(que es mucho pero mucho más que yo)

él que le crece como arvejita
y nada
a pata ancha
cobijadito
en su colchón silencioso
de amapolas jugosas

él solo conoce de amor

los dos en una esquinita
estirando las puntas 
de las raíces cada vez
empapelando de luces
su jardín trinchera
tarareando melodías 
con letras desparejas
que les anuncian
tal como son
dos pequeños bombeadores
prisioneros de su

muy propia e imperfecta

l  i  b  e  r  t  a  d.